Llegamos a California donde teníamos reservado un hotel para la primera semana. Nos habíamos propuesto no buscar Buses por unos días, para no volvernos locos y poder descansar después del trajín de los últimos meses con la organización del casamiento etc. El plan era claro: descansar, ir a la playa, tomar sol, meternos al mar, dormir y comer. Pero al cabo de tres días en los que no paró de llover, y hacía un frío inesperado para esa época del año en california, cansada de dormir, comer y descansar, me puse a mirar en CRAIGLIST (página de compra venta de EEUU) a ver si encontraba algo.
La idea era comprar un bus escolar, ni muy grande ni muy chico, ni muy viejo ni muy nuevo, que venga preferentemente sin asientos (y de este modo ahorrarnos la engorrosa tarea de tener que sacarlos) para poder convertirlo de cero nosotros mismos. ¿Como? ¡¡No teníamos ni idea!! Ninguno de los dos sabía nada de carpintería, ni diseño, ni electricidad ni mecánica. No teníamos tampoco un lugar físico donde llevar a cabo toda la conversión y los arreglos, ni las herramientas adecuadas. Pero todos esos eran problemas para más adelante. El primer paso era encontrar a nuestro compañero de viaje.

Después de una hora de buscar en internet lo vi: un Ford E450. Era un poquito más grande de lo que nos habíamos imaginado, no era un bus escolar sino uno de aeropuerto, pero venia ya convertido y perfectamente amueblado. Empecé a mirar las fotos y los datos del vendedor y segundo a segundo mi corazón latía más rápido.
El bus era de una pareja que vivía en Irvine, a dos horas y media de Santa Mónica, donde nos estábamos quedando nosotros. Ellos habían comprado el bus para convertirlo y venderlo, asique todo seria "a estrenar". ¡Venia con la estructura de la cama, los sillones, la cocina, las alacenas, la heladera y hasta un espacio para construir un baño!
Marcos estaba en el baño y yo ya estaba como loca, le gritaba que salga, que había encontrado NUESTRO bus. Lo sentía, era ese. Lo venía co-creando desde Argentina, sabía que iba a ser fácil y rápido encontrarlo, que el bus perfecto para nosotros iba a estar esperándonos. Cuando salió del baño el también lo vió ¡y le encantó! Miramos juntos las fotos y yo no podía aguantar las ganas de llamar a la dueña y decirle que lo quería.

A Marcos el tamaño lo hacía dudar un poco, pero la verdad es que se veía en perfectas condiciones y el hecho de que ya estuviese convertido nos daba una ventaja enorme ya que podríamos mudarnos directamente y no estar gastando plata en alojamiento, sin mencionar que nos ahorrabamos el duro trabajo de convertirlo sin, como dije anteriormente, ningún tipo de experiencia en el asunto. Rápidamente llamamos a la dueña: Margarita, que ya por teléfono nos pareció una divina, y quedamos en que lo pasaríamos a ver al día siguiente. Yo saltaba de felicidad como una niña, y Marcos no podía evitar contagiarse e ilusionarse con la idea. Ambos presentiamos que iba a ser facil y rapido, pero nunca nos imaginamos que tanto!
Al día siguiente fuimos en un auto alquilado a ver el bus. En persona se veía aún más grande. Era rojo con líneas amarillas a los costados, en las ventanas y en el frente. La chapa se veía super bien. Por dentro estaba en buenísimas condiciones y limpio. Miramos el motor y también parecía en buen estado (aunque ninguno tiene idea sobre motores). La dueña nos pareció amorosa. Nos contó un poco cómo lo convirtieron, nos mostró que todavía quedaban algunas cosas por hacer (como el interior del baño, poner la puerta de la alacena, instalar los paneles solares etc) pero la realidad es que en comparación con todo lo que tendríamos que hacer si comprábamos uno de cero, no era nada.
Nos subimos para probarlo y dimos una vuelta al barrio. Yo como loca, Marcos más cauto, ya que al manejarlo le parecía ENORME. El motor sin embargo se sentía y se escuchaba bien. Nos fuimos de ahí prometiéndole que la llamábamos pronto (ella nos había contado que había otros interesados). Diez minutos después frenamos a comer y conversar. Los dos lo queríamos, pero era una decisión muy importante como para tomar a la ligera. Mi corazón y mi intuición sin embargo me decían que era el indicado. Y cuando yo sigo mi intuición nunca fallo. Marcos que ya me conoce me preguntó ¿"Que te dice tu intuición?" y yo le dije "Que lo compremos".
Así fue como 20 minutos después de habernos despedido de la dueña, la estábamos llamando para hacerle una oferta. Tardó unas horas en contestar, lo que para nosotros fue una eternidad. Pero finalmente nos contestó, "Disculpen por la demora, lo tenía que consultar con mi marido. Dijo que si".
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